Fecha de publicación: 19/09/2016
Juli Soler i Santaló (1865-1914), en la cima del Bisaurín. Arxiu Fotogràfic Centre Excursionista de Catalunya (sobre estas líneas y abajo)
Con estas líneas nos queremos sumar al dolor de la familia y amigos del Centre Excursionista de Catalunya (CEC), que prepara ya un homenaje al primer gran pirineísta español. Según la información que se nos ha facilitado, el CEC tiene previsto publicar en su famoso Butlletí una serie de seis monografías profundas y rigurosas de los valles de Gistaín, Vió-Puértolas, Bielsa, Tena, Broto y Canfranc. La junta directiva del CEC ha decidido recuperar a título póstumo estos escritos, centrados en el territorio que realmente atrapó su alma y su corazón: el Pirineo aragonés. Desde aquí, el profundo agradecimiento a nuestros amigos catalanes por esta aportación incalculable
La fatalidad repentina ha impedido que Juli Soler viera terminado el refugio albergue de La Renclusa, en la base del Aneto, cuyas obras está previsto finalicen el próximo verano del corriente. La construcción de La Renclusa fue un empeño del reconocido ingeniero barcelonés, que no solo estudió construcciones similares en Francia y Suiza, solicitó los permisos y obtuvo los fondos necesarios; sino que diseñó el edificio, dibujo los planos y dirigió las obras. Según parece, las obras de construcción de La Renclusa y su posterior explotación se adjudicarán al benasqués José Sayó –o Pepe el de Llausia- amigo y guía personal de Santaló, que tanto compartieron en vida.
Se ha ido el mejor montañero conocido hasta la fecha al sur de los Pirineos. Realizó las primeras ascensiones nacionales al Bisaurín o al Posets, y pisó probablemente todas las cumbres importantes del Pirineo aragonés y catalán. Su técnica fotográfica era extraordinaria y la empleaba no solo para inmortalizar paisajes, sino también para captar cualquier manifestación cultural y artística que se encontrara a su paso: Iglesias, retablos, casa señoriales, indumentaria tradicional (Estadilla, Hecho, Benasque, Gistaín...), procesiones (Gistaín, Guayente, Ansó, Jaca...), mobiliario antiguo... nada se escapaba al objetivo de Soler, que se acercó a nuestra tierra como montañero y aventurero; pero también como científico e ilustrado de su tiempo.
Tanto le daba si escribía de geomorfología o citaba documentación medieval; si describía el interior de San Pedro de Siresa como un auténtico experto del Románico o si, boquiabierto, describía a las endemoniadas de Jaca en la procesión de Santa Orosia: su estilo era directo, respetuoso, culto y entusiasta. A diferencia de otros viajeros llegados de Francia, jamás criticó la comida o el tipo de alojamiento. Y eso aquí se le agradeció mucho.
Deja Soler i Santaló unas cuantas ideas y retos para el futuro de la montaña aragonesa, entre ellas la de señalizar la ruta al Aneto para evitar extravíos o la necesidad de realizar un estudio filológico de la lengua en los distintos valles del Pirineo aragonés. También tuvo una visión: Que Benasque será la capital montañera del Pirineo. El mejor homenaje que podemos hacer desde Aragón es tratar de seguir la senda que él ha trazado.
Hasta siempre Julio.
Reportajes extraídos de: la colección "Almanaque de los Pirineos" de Pirineum editorial
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